Estudiantes copero: otra vez campeón

Y ahí, en ese último y esperado silbato, en esa explosión deseada, esperada, contenida, en ese sí sí señores... está el nuevo campeón. Y es Estudiantes. Otra vez, Estudiantes de la patria. De nuevo en lo más alto del fútbol nacional y federal. Otra vez unido a su gloria. A su mística. Otra vez de fiesta. De nuevo, abrazado a una Copa, a una diferente, distinta, inédita, la Copa Argentina que le había sido tan esquiva pero que hoy y ahora, resulta no menos significativa, no menos celebrada, no menos emotiva. Si suena el “dale campeón” como nunca. O como siempre...

Ahí, en ese silbato final, en esa explosión de corazones rojos y blancos, está Estudiantes y su gente. En ese encuentro tan buscado con la estrella 15 del club, como si no hubieran pasado 13 años de la última, la del Apertura 2010, con Sabella como DT, que sin dudas habrá estado presente en el alma de la esos hinchas que no paran de gritar, por qué no, de llorar. “Ohhh, acá hay una escuela, soy soldado, de Sabella”, es la retribución popular. Él seguro la agradeció.

Por eso esta consagración ante Defensa, esta victoria por 1 a 0 ajustada, sufrida, angustiosa (así, a lo Estudiantes) tiene el plus de la necesidad, acaso el del álbum lleno, el premio a una gestión, la que comandó Verón (primero como presidente y ahora como vice), que tras los logros institucionales (entre ellos, el cumbre, la construcción de un estadio), necesitaba completar el combo con el título deportivo. Y acá está. La estrella tan buscada, acá está.

En ese silbato final, también en esos abrazos interminables, en ese puño apretado con una Fortaleza que alguna vez fue dolor (allí se consumó el descenso del 94) y hoy es plena alegría, hay más que un nuevo campeón de la Copa Argentina. Hay una despedida con honores para Andújar y Boselli, héroes del Mineirao en el 2009, y desde ahora mismo, arquero y goleador con bronce eterno. Hay, con ellos, otros campeones que repiten, como si fuera el lado bueno de la ley del ex. Para Sosa, Piatti y Fede Fernández, esto también es un volver a revivir, a sentir, el premio a persistir, la victoria más difícil: ganarle al paso del tiempo. Y hay con ellos, claro que sí, otro grupo selecto, de pertenencia, que no podían dejar de vivir lo que tanto mamaron de pibes: Carrillo, el autor del gol del título, el goleador histórico de Estudiantes en la Copa Argentina (nada pareció casual), junto a Ascacibar, quien volvió para esto, ya no sólo serán hombres de la casa desde ahora también campeones de la casa.

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En ese silbato de una final tremenda, disputada, por momentos dramática, porque hay que decirlo, Estudiantes sufrió más de lo que jugó (al fin de cuentas, poco le importará a sus hinchas), también está Bilardo, el Doctor, su gloria, su legado, su pertenencia, su estirpe de campeón, esas medias grises que hoy vuelven a dar la vuelta como en aquel Bi del 82/83. “Borombombón, Borombombón, es el equipo del Narigón”, se escucha y se siente en esa fiesta interminable que fue de La Plata a Lanús, de Lanús a La Plata y, por qué no, por varias provincias más.

En ese silbato final también está Eduardo Domínguez, el DT que se mete en el grupo de los técnicos campeones y selectos del club. Que no son muchos, porque en Estudiantes hay que laburar, como lo enseñó Zubeldía. Y así, el yerno de Bianchi, aun con un equipo que llegó físicamente con lo justo, con la poca nafta que tenía, construyó su propia historia en una Copa que lo tendrá, ahora, como el único campeón como jugador y técnico. “Que de la mano...”, fue su homenaje.

En ese silbato tan deseado, al fin de cuentas, está la historia misma. El Pincha se aferró al 1-0 de Carrillo en el ST, defendió con cuatro, después con cinco y hasta con seis (cuando entró Fede Fernández) su conquista y terminó festejando a lo Estudiantes. “Sí, sí, señores, yo soy del Pincha, si señores de corazón, porque este año, desde La Plata, salió el nuevo campeón...”.