"Punto rojo": la primera producción sueca para Netflix

Entretenimiento 19/02/2021
Los mejores momentos llegan cuando el terror adquiere la forma de lo desconocido. El problema es que después vienen las explicaciones...
[caption id="attachment_28979" align="alignnone" width="960"] La escapada de fin de semana de una pareja en crisis se complica más de lo previsto.[/caption]
“No es culpa de ella”, dice un hombre con la cara bañada de sangre a otro que permanece fuera de campo en la primera escena de Punto rojo. Estrenada en vísperas del Día de los enamorados, la primera producción sueca realizada para la plataforma Netflix es, a su extraña manera, una película romántica devenida en thriller de supervivencia seco, violento y por momentos demencial, un tono que la empareja (al menos en sus intenciones) con varios títulos icónicos del cine estadounidense de la década de 1970, con Deliverance como referencia insoslayable. Al igual que en varios thrillers de aquella época, en Punto rojo hay un par de personas –en este caso una pareja– que viaja a un lugar a priori apacible, alejado de las rutinas y los mandatos de la ciudad, en busca de algo de paz y tranquilidad. Lo hacen sin saber que allí se cruzarán con la peor de sus pesadillas.
Apenas después de aquella introducción, Punto rojo retrocede un año y medio para mostrar a David (Anastasios Soulis) proponiéndole matrimonio a Nadja (Nanna Blondell). Pero la convivencia no resulta como esperaban, y unos meses más tarde él mantiene los ojos clavados en un juego de Play Station mientras ella se queja por el desorden hogareño. Nada mejor que una escapada hasta un inhóspito bosque para dormir en una carpa bajo la aurora boreal. Pero el viaje se complica apenas salen a la ruta, cuando en una estación de servicio rocen una camioneta cuyos dueños, casualmente (o no), tienen como destino final el mismo que la parejita. Algunas miradas de reojo hacia ella –una afroamericana en un entorno de amplísima mayoría caucásica– y una posterior devolución recíproca de gentilezas con forma de rayones en las chapas de los vehículos puntean el inicio del principio del fin: lo que ellos esperaban que fueran un par de noches dedicadas a contemplar las luces multicolores en el cielo, termina en una cacería iniciada instantes después de que observen el punto rojo del título sobre sus cuerpos.   El punto resulta ser la mira de un arma disparada por vaya uno a saber quién desde un lugar difícil de dilucidar, puesto que la oscuridad obtura cualquier posibilidad de visión. ¿Acaso es una revancha exagerada por el entuerto vehicular? ¿O hay algo más, quizás vinculado con cuestiones raciales, detrás del ataque? Los mejores momentos de la película llegan durante ese lapso de incertidumbre total en el que el terror adquiere la forma de lo desconocido, al tiempo que la tensión frente a lo inesperado delinea los contornos de una situación desesperante que el realizador y coguionista Alain Darborg muestra con mano firme y un desapego emotivo absoluto hacia los protagonistas. Tanto mejor hubiera sido que se mantuviera en esa línea, porque cuando se sale es para entregar una de esas explicaciones con forma de vuelta de tuerca que resinifica todo lo anterior. La apelación a un hecho del pasado hasta entonces oculto –e imposible de dilucidar en la previa– es la opción más tranquilizadora frente a la idea del Mal como elemento sin justificación posible.

Fuente: Página 12.

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