Tom Hanks en "Noticias del gran mundo", por Netflix

Entretenimiento 11/02/2021
El actor de "Capitán Phillips" vuelve a encarnar a un hombre común sometido a aventuras extraordinarias, aquí un veterano del Oeste estadounidense embarcado en un viaje incierto junto a una niña. 
[caption id="attachment_28779" align="alignnone" width="960"] Greengrass confía en la expresividad de un actor que con los años desarrolló una proverbial economía gestual, llegando al extremo de actuar solo con la mirada.[/caption] Más estadounidense que el Superbowl, el western, como el musical, tuvo su esplendor en la época de gloria del cine clásico. Hoy, en pleno siglo XXI, aparece de vez en cuando, luchando estoicamente contra el olvido. Eso sí, ya no hay lugar para grandes épicas ni pastoreos filmados con gran angular, así como tampoco para la construcción de los mitos fundacionales de una nación. Al contrario, si sobrevive es gracias a un puñado de películas –no siempre oriundas del terruño– que releen algunas de sus características desde un presente teñido de tristeza y desencanto. Dos ejemplos notables: la australiana Dulce país, que abrazaba el revisionismo crepuscular de los 60 para narrar la imposición del hombre blanco en el país oceánico, y la británica Apóyate en mí, suerte de western en reversa con marcha de oeste a este. En esa tradición timoneada por hombres solitarios y de piel curtida por el sol, que vieron mucho más horror del que hubieran querido, se inscribe Noticias del gran mundo, segundo trabajo de Tom Hanks –y primero en el género– con el realizador Paul Greengrass luego de Capitán Phillips (2015). ¿Greengrass? ¿El mismo que gracias con Vuelo 93 y tres películas de la saga de Jason Bourne hizo de la cámara nerviosa un estilo para filmar secuencias de acción? ¿El que abordó situaciones históricas recientes (el Domingo Sangriento irlandés, el 11-S, la masacre de la isla noruega de Utoya) centrándose en la faceta más cinética del asunto? El mismo, aunque apelando a un registro más reposado desconocido hasta ahora, uno menos volcado a la tensión –a excepción de un tiroteo con mucho de TEG en una sierra– que a radiografiar las aristas emotivas de un protagonista típicamente hankseano, es decir, un hombre común sometido a aventuras extraordinarias, llamado Jefferson Kyle Kidd. Doblemente extraordinaria, porque a los ecos de la Guerra Civil todavía resonando en su memoria, se suma una misión movida no por el dinero ni el amor. A lo sumo, por una cruza de instinto de supervivencia y el mandato ético de “hacer lo correcto” que caracteriza una buena parte de su filmografía. Como en Rescatando al soldado Ryan, la mencionada Capitán Phillips y la reciente Greyhound: en la mira del enemigo –otro título que, como éste, salteó su paso por salas para recalar directamente en el streaming-, Hanks se pone en la piel de un veterano capitán. En los años posteriores a la guerra cambió las armas por los diarios para reinventarse como lector de noticias, un oficio hoy imposible de imaginar: viajar de pueblo en pueblo llevando consigo una pila de papeles para contarles a los lugareños, en su mayoría analfabetos, sobre “los grandes cambios que están ocurriendo allá afuera”, como dice en la secuencia introductoria, mientras la cámara panea una audiencia en la que los blancos se mezclan con los negros. Precisar un contexto sin ponerlo en boca de los personajes: un rasgo de sutileza narrativa que durante el resto del metraje funciona en la medida que Greengrass confía en la expresividad de un actor que con los años desarrolló una proverbial economía gestual, llegando al extremo de actuar solo con la mirada.
Y es que de miradas está hecha Noticias del gran mundo. Después de esa lectura en un paraje al norte de Texas, Kidd encuentra una nena criada por la comunidad kiowa que, como tal, no habla una palabra en inglés. Apenas una nota oficial junto a ella explica que el pequeño detalle de sus ojos claros y tez blanquísima se deben a que desciende de alemanes y, muertos los padres, creció con una familia adoptiva. Como único vínculo sanguíneo quedan unos tíos a 600 kilómetros, bien al sur de ese estado en llamas. Sin nadie que haga cargo, Kidd carga la carreta y parte con ella en una travesía no exenta de peligros. Como en todo western, los hombres son más peligrosos -no malos per se, dado que la guerra, en el ajustado entramado del guion, asoma como motor de un quiebre económico pero también moral- que la inhospitalidad de un terreno cuyos cambios de tonalidad se modifican con el avance de la relación de la dupla. Del salón lóbrego del inicio a una lectura festiva y luminosa, en lo que quizás sea el único momento auténticamente concesivo y tranquilizador durante un camino sin ley.
Fuente: Página 12.
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